El desafío: Frost contra Nixon, Frost/Nixon, Ron Howard, 2008
¿De qué trata?: Adaptación de la obra teatral de Peter Morgan sobre la serie de entrevistas del periodista David Frost al presidente Richard Nixon. En los tres años siguientes a verse obligado a dejar la Casa Blanca, Richard Nixon(Frank Langella) permaneció en silencio. Sin embargo, en el verano de 1977, el astuto y frío ex presidente aceptó conceder una única entrevista y contestar a preguntas acerca de su mandato y del escándalo Watergate que acabó con su presidencia. Nixon sorprendió a todos al escoger a David Frost (Michael Sheen) como confesor televisivo, seguro de que podría con el alegre presentador británico y se ganaría los corazones y las mentes de los estadounidenses. El equipo de Frost no estaba seguro de que el periodista fuera capaz de llevar a Nixon adonde quería. Pero en cuanto empezaron a rodar, la batalla comenzó. ¿Podría Nixon eludir las preguntas acerca de su papel en una de las mayores vergüenzas sufridas por la nación? ¿Exigiría Frost respuestas claras del hombre que llegó al poder por ser el maestro de la evasiva? Durante la entrevista, cada uno revela sus inseguridades, personalidad e inesperadas reservas de dignidad, para llegar por fin a una asombrosa exhibición de sinceridad.
La cosa no es adaptar una obra de teatro, ni hacer un drama político, ni tampoco lograr que Frank Langella entregue una de las mejores interpretaciones del año pasado.No defiendo a Ron Howard por que el trabajo suyo es bastante mediocre, pero cuando hay que reconocerle un mérito a un director, se hace y punto. Y Frost/Nixon es, como poco, digna de aplausos no sólo por su contenido sino por sus formas.
De la vida real al teatro, del teatro al cine...
Para empezar por que dura dos horas y se pasan volando. A mi la política no me interesa y aún así, me pareció más que amena y entretenida. Su fantástico montaje hace que la cosa nunca se haga pesada y la intensidad que va adquiriendo el film a medida que avanza es abrumadora, llegando en la última media hora a convertirse en una montaña rusa que se queda siempre arriba y, ni siquiera con ese final discutible para algunos, consigue bajar el nivel. Esto se debe principalmente al duelo interpretativo que se crea entre Langella, que está descomunal interpretando a Nixon, y Michael Sheen en el papel del periodista David Frost. ¿Secundarios? Nada menos que Rebecca Hall, Kevin Bacon o Sam Rockwell.
Con un formato que se mueve entre el falso documental y el reportaje de investigación, Frost/Nixon arranca con un vigor y un sentido del ritmo cuyo único objetivo es atraer y situar al espectador de forma sencilla e impactante. Una forma concisa, verosímil y directa de introducir un tema que en otro formato podría resultar tedioso.
Destaca la presencia de Rebecca Hall
Pero tal y como la barra del título indica, el desdoblamiento en los retratos de los protagonistas se configura de forma desigual, casi contrapuesta. Mientras Nixon recibe todo el cariño del director, abundando en primeros planos que marcan su personalidad mediante sus expresiones, Frost siempre es filmado desde la distancia, como una no persona más interesada en su relevancia pública que en su propio yo, y de la que sólo observamos sus rasgos mediante la descripción que de ella nos hace su entorno.
Es precisamente el punto de convergencia del film, donde debería librarse un pulso de igual a igual, cuando definitivamente se produce un decaimiento formal pasando a ser un mero ejercicio rutinario, un toma y daca que lejos de la tensión que se le debería suponer cae en el habitual recursos de un soso plano contraplano sin ninguna dimensión emocional apreciable, por más que el director intente enfatizarlo mediante las reacciones exteriores al desarrollo de la entrevista.
Por ello el desenlace de Frost/Nixon no deja de ser decepcionante en cuanto supone un nuevo giro sentimentaloide, de nula verosimilitud dramática, impregnado de una especie de lirismo impostado que destruye parcialmente toda la narración anterior. Un regreso a ese imaginario colectivo de la vieja América donde hasta los hombres malos tienen su corazón. Una forma pues, que huele a trampa con tufillo neoconservador, de cerrar uno de los trabajos más interesantes de Howard, pero que queda a años luz de la gran película que pudiera haber sido.
Al grano: Excelente traspaso de teatro a cine de una historia que estaba obligada a ser realizada con una impecable factura. Al final la historia no defrauda pero al final queda un hueco de que pudo haber tenido un descenlace menos poético.
* * * * / 5