El jardinero fiel, The Constant Gardener, Fernando Meirelles, 2005
¿De qué trata?: Justin Quayle (Ralph Fiennes) es un diplomático británico radicado en Kenya en donde su mujer(Rachel Weisz) es asesinada junto a un hombre sospechoso de ser su amante, un activista defensor de los derechos humanos de la región. Quayle decide entonces investigar los asesinatos, y comienza a descubrir mucho más de lo que esperaba…
Fernando Meirelles nos envuelve de una manera inteligente y enigmática en un ambiente gris alrededor de intereses dispares con una pobre Africa como protagonista, donde lo que vemos se nos presenta de un color y a medida que avanza la película descubrimos diferentes tonalidades. Surgirán muchas cuestiones tanto morales, como de fidelidad tanto a una causa como a algún amigo.
La acción tiene lugar en Kenia, Berlín y Londres, en torno a 1999/2000. El diplomático Justin Quayle (Fiennes), de unos 40 años, apacible y aficionado a la jardinería, conoce en Londres a la activista Tessa (Weisz), de 25 años, espontánea, brillante y luchadora. Enamorados, se casan y se trasladan a Nairobi.
El film suma los géneros de drama y thriller. No renuncia a ninguna de las facetas de la novela: romance, drama personal, tragedia colectiva, denuncia, intriga y thriller. Presenta una interesante descripción de la preocupante situación de África, un Continente olvidado, donde la población vive en condiciones flagrantes de pobreza, subdesarrollo y explotación. Denuncia prácticas deplorables que algunas multinacionales llevan a cabo en el continente aprovechándose de los más débiles con el consentimiento de las autoridades. El eje dinamizador de la acción es una singular y atípica historia de amor, narrada con buen oficio y pasión. La obra tiene el mérito de combinar, equilibradamente, entretenimiento, creación artística, compromiso contra las grandes injusticias del mundo y tensión dramática.
A pesar del romance la película te lleva a la emoción, intriga y drama...
La narración se desarrolla de modo fragmentado, haciendo un uso frecuente del «flashback». Subraya el realismo incorporando secuencias rodadas con la cámara al hombro, de apariencia y sabor documentalista. Tanto la palabra como la imagen y el sonido dan lugar a composiciones de gran belleza, a las que se añaden encuadres contemplativos de hermosos y espectaculares paisajes naturales. La aplicación de juegos de luz y color confiere a las imágenes un grato y emotivo aire pictórico. En nuestra opinión, la belleza formal del relato no perjudica ni la concepción ni la contemplación del fondo. El guión, bien construido y ajustado a la novela, elabora un relato complejo y rico en matices, en el que se superponen capas sucesivas de sentidos, intenciones y sugerencias. La interpretación de Fiennes es sobria y brillante, la de Weisz desborda vitalidad y naturalidad y la de Danny Huston (Sandy) sobresale por su corrección.
Bill Nighy en un papel pequeño pero muy importante.
La música, del español Alberto Iglesias («La mala educación«, 2004), basada en instrumentos aborígenes y canciones tribales, ofrece pasajes de gran intensidad emocional y de exaltación de África, que invitan a la meditación y reflexión. La fotografía, de César Charlone, usa «trevellings» aéreos espectaculares, profundos encuadres de conjunto, escenas de aire televisivo y un cromatismo singular. Los verdes predominan en el mundo de Justin (Inglaterra) y los rojos intensos en el de Tessa (África).
La historia de amor es preciosa. Primero la química entre Rachel Weisz y Ralph Fiennes, que está genial, como siempre, es muy buena, a pesar de que el principio es muy elíptico, sin perder mucho tiempo, alternando pasado y presente. Tras la pérdida de la esposa, la historia es más triste todavía. Ese jardinero atrapado por su pasado y al mismo tiempo incapaz de recuperarlo, sabiendo que todo pudo haber sido de otra forma, recorre el mismo camino que antaño hizo su esposa, como magnífica declaración de amor. Hay mucho romanticismo en esta película, más allá de
El romance va de la mano con la crítica social
musiquitas con violines, besitos y todas esas chorradas que hoy en día se identifican con la palabra romántico. Por tanto, no puedo entender esas críticas que hablan de una intriga fantástica (todo lo contrario, la intriga se sostiene gracias a la historia de amor)o de un alegato magnífico sobre el problema africano. Nada de eso, ante todo es una gran historia de amor, que ocurre en un tiempo y en un espacio, y los protagonistas están influenciados por ese ambiente, pero no es lo que da peso a la historia.
La espontaneidad y naturalidad de Rachel Weisz logran que construya un papel digno de elogio, donde la incómoda presencia de una muchacha que, allí donde va, crea discordia, es capaz de vislumbrarse como algo tierno y dulce en cada ocasión que comparte cuadro con el personaje de Fiennes, y es que «El jardinero fiel» más allá de sus vicisitudes críticas, es un bello romance sobre dos personas que, en un momento determinado, se encuentran, se comprenden y logran establecer una conexión tan madura como interesante.
Poderoso drama.
Porque aunque Tessa sea una de esas mujeres imprevisibles que nunca sabes por donde van a salir, entre ellos se trenza una relación construida en base al respeto mutuo y a la afinidad que promueve esa conjunción de características tan peculiares.
El montaje de esta película cumple con todos los elementos que pretende en un principio, haciendo de las imágenes que componen el film un torrente de atracción visual que en ningún momento desentona con el resto de elementos y, a la par, narra esa historia que podría haber resultado tan densa, ya no sólo por sus elementos dramáticos, sino por la parte donde se torna una investigación más o menos rutinaria y se enfoca más bien hacía el thriller, con buen ritmo y unas formas que focalizan la atención del espectador constantemente en lo que se está contando.
Al grano: Película con diversos elementos que la hacen romántica pero que elementos thrillerianos la hacen aún más fuerte y poderosa.
* * * * * / 5