Entrar en el rigor que demanda el cine y la literatura negra, parece servirle al experimentado narrador de historias cotidianas Juan José Campanella, para controlar sus habituales desbordes sentimentales y minimizarlos a certeros chispazos de humor que alternan momentos de intenso dramatismo con risas como válvula de escape.
Campanella hace un apabullante retrato de lo cotidiano. Invita al espectador a presenciar momentos de la vida de sus personajes, que aunque, como público, sólo conozcamos desde hace unos minutos, nos bastan para sentirnos completamente dentro, cómplices de esos momentos. Nos son conocidos y están retratados de tal manera, que te olvidas de que estás en una película y penetras directamente en la piel de los personajes.
Y es tal la complicidad entre todos los actores, que el realizador consigue que se contagie al espectador, de tal manera que si los personajes se entienden entre ellos sin necesidad de hablarse, el espectador comparte a su vez esa complicidad y también los entiende, sin necesidad de que sus sentimientos se plasmen en un diálogo.
Su última película entrecruza el relato policial con una historia romántica, un funcionario judicial (Benjamín Esposito), quien a punto de jubilarse se empeña en escribir una novela sobre un caso criminal ocurrido en su jurisdicción laboral, veinticinco años atrás: el asesinato impune de una joven inocente. Con enorme solidez narrativa, la historia va y vuelve a través de un cuarto de siglo: la novela que pretende escribir el protagonista conduce a la turbulenta Argentina de mediados de los setenta, con su carga de violencia fuera de control.
Eludiendo los lugares comunes sobre el tema y las limitaciones ideológicas, la trama se mueve entre los dilemas éticos en torno de la justicia y el castigo, al amor y el desgaste del tiempo.
La interpretación de Ricardo Darín y Soledad Villamil está por encima de cualquier calificativo. Esta pareja no actúa, vive y consigue que el espectador viva con ellos. El resto de los actores también lo consiguen, sólo que tienen menos peso y menos metraje.
Campanella mezcla en “El secreto de sus ojos” varios géneros — thriller, intriga, drama y sus irrenunciables y gozosos toques de comedia —, perfectamente ensamblados y dosificados para ofrecer una película muy completa y de enorme riqueza visual. Una historia de terror sobre las injusticias de los poderosos, la impunidad de personas mediocres amparadas por el poder ciego y la tiranía burocrática.
Sustentado en un guión excelente, una destacada fotografía, montaje y dirección de arte, “El secreto de sus ojos” conforma una de las mejores películas del cine argentino del último tiempo aunando solidez artística y complacencia de público.
Una historia de amor sobre las ocasiones perdidas, sobre las palabras no dichas en su momento que te remuerden la conciencia durante el resto de tu vida, sobre amargas despedidas en la estación y sobre máquinas de escribir a las que les faltan letras.
Una historia que todos deberían ver porque a todos nos falta alguna letra o tenemos algo de lo que vengarnos.
***** / 5
Crítica escrita por Gustavo Barrientos para EXTRACINE el día 14 de abril del 2010