Abel (Christopher Ruiz-Esparza), un niño de 9 años, no habla desde que su padre abandonó el hogar. Un buen día recupera el habla y se toma por el cabeza de familia. Ante este milagro, nadie protesta. Hasta el día en que un hombre llama a la puerta: su padre.
Con un relato sencillo y honesto, el primer largometraje de Diego Luna ( antecedido del documental JC. Chavez) es una proeza fílmica que muy pocos directores logran con sus primeras propuestas. Este trabajo es en gran medida exitoso por la dedicación que tuvo el mismo Luna al escribirlo e idearlo. Tuve la oportunidad de asistir a una rueda de prensa donde el actor señaló que se basó en un relato dónde un menos de edad usurpaba la identidad de un adulto y que medianamante utilizó elementos hamletianos. Sin embargo, fue la exhaustiva investigación a personas autistas que determinó a Luna a escribir sobre este fenómeno de cambio de personalidad.
La historia tiene un ritmo casi hipnótico, que no te permite despegar, si no que te lleva de la risa al llanto de minuto a minuto. Juega con muchos elementos que a simple vista nos pueden causar gracia, pero conforme entendemos lo que pasa más duro nos llega el golpe dramático. La cinta peca de ser ligera a ratos y dura en los momentos climáticos. El guión está perfectamente construido y la psicología de los personajes está muy bien definida. En definitiva, a diferencia del trabajo de Gael García Bernal este trabajo de Luna es un trabajo muy bien realizado.
La actuación de Karina Guidi aporta naturalidad a una madre que tiene que sobrellevar una familia y el peso de ser el sustento de la casa. Abel interpretado por el niño Christopher Ruiz-Esparza es una completa revelación, mientras que José María Yazpik se encuentra en su mejor momento, ha sido el persona más creíble que le he visto dentro de sus trabajos de cine, teatro y televisión.
Tanto la fotografía como la dirección de arte son elementos muy bien conjugados en la cinta. Además de que el score es uno de los mejores que he escuchado dentro del cine mexicano. El score está a la talla de los trabajos que Santaolalla ha realizado en otras cintas.
Pero sobre todo, el éxito de la cinta, recaé en su sencillez, es una cinta que no pretende aleccionar sino mostrar los elementos del México actual de las familias que son fragmentadas por el hecho de ir a buscar éxito en la frontera contigua. Además la cinta no se centra en la enfermedad sino en los procesos que vive cada integrante de la familia con respecto de la misma.
Hay que poner atención en los elementos visuales de la cinta, el agua tiene como significado el lazo que Abel tiene con su madre pues es una clara reminiscencia del líquido amniótico. Los colores azules de la cinta se intensifican dependiendo del día y de la noche, momentos claves en la vida de Abel.
En definitiva, un excelente paso para Diego Luna en su carrera, quien a manera personal, prefiero que dirija este tipo de proyectos más a menudo y que desista de estar frente a la cámara, detrás le sienta mejor.